El término STEM, acrónimo proveniente del Inglés, Science, Technology, Engineering and Mathematics, empezó a acuñarse en la década de los 90, introducido por primera vez por la National Science Foundation (NSF) de los Estados Unidos. En parte esto fue motivado por la aparición de las primeras aplicaciones empresariales, aún no domésticas, basadas en la informática y la posterior irrupción de la Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
En pocas palabras, se trata de potenciar desde la educación temprana el aprendizaje basado en un enfoque holístico, multidisciplinar, considerando el proceso de aprendizaje como un proceso participativo en el que los estudiantes aprenden y desarrollan capacidades que podrán aplicar después en su desarrollo como adultos, fomentando el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la comunicación, su capacidad de razonamiento y análisis, la creatividad y la innovación y, en definitiva, trabajando la capacidad de la resolución de problemas en su sentido más amplio.
El papel relevante del STEM desde la escuela en el desarrollo presente y futuro de las ciencias básicas, la investigación y el desarrollo tecnológico hoy en día ya no es cuestionable, sino una realidad necesaria, con no pocas dificultades, sobre las que habrá que seguir trabajando intensamente.
Primeramente, surgió el debate de si solo con la potenciación de las Ciencias, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas se podría conseguir el desarrollo integral del individuo que permitiera, desde esta perspectiva multidisciplinar, el desplegar correctamente el objetivo perseguido. La respuesta, en mi opinión, claramente es no. Es ahí donde surge la introducción de la A de Arts, en el término STEAM. Esta cuestión es aún hoy debatida y genera cierta controversia. Los detractores piensan que puede diluir el objetivo de las materias tratadas y los defensores – la gran mayoría, en los que me incluyoconsideran que las Artes aportan valor en el pensamiento creativo, el fomento de la estética e incluso en la innovación, alejando al individuo de las rigideces implícitas en cualquier razonamiento binario.
Invito al lector a que trate de imaginar esta relación en los grandes pensadores integrales de la Antigua Grecia, o haga una parada en el genio del Renacimiento, este sí con la atribución más que merecida de pensador disruptivo, Leonardo da Vinci, con sus inseparables virtudes, la artística y la ingenieril.
Pero todo esto no es nuevo, muchas de estas cuestiones fueron abordadas por el gran Jean Piaget, psicólogo suizo, en los inicios del siglo XX en su Teoría del Desarrollo Cognitivo, en la que exponía que el desarrollo cognitivo desde la infancia se produce de manera progresiva y a través de la interacción de los individuos con el mundo que les rodea.
Llegados a este punto, en mi opinión, lo peor de todo es que aún queda mucho trabajo por hacer en el desarrollo integral de los niños y niñas, desde la infancia hasta su juventud, y su incorporación como adultos en la sociedad. Lamentablemente, debo recordar la cita atribuida a Albert Einstein, ‘Cada día sabemos más y entendemos menos.’ Y así es.
Estamos siendo testigos y protagonistas, en primera persona, de la cuarta revolución industrial, que implica un cambio social y tecnológico, global, sin precedentes. Por el
momento hay que lamentar que, a día de hoy, tenemos que seguir denunciando y trabajando en reducir la brecha de género, cuando las únicas diferencias admisibles que debería permitirse el ser humano en este sentido son aquellas que respondieran de forma natural como si de cualquier otra variable estocástica se tratara. Algo mal, muy mal, seguimos haciendo y no lo cambiamos.
En el sector Espacio se hacen patentes estas dos realidades. Por un lado, necesitamos el propio desarrollo de la ciencia y la tecnología, pero también queda mucho trabajo por hacer, y ya acumulamos demasiado retraso, en establecer los límites legítimos del uso del Espacio y su preservación, desplegando los ODS de la ONU más allá de la línea de Kármán.
Necesitamos desarrollar un nuevo STEAM, STEAM+ le podríamos denominar, desde la humanización, que permita el avance sostenible y el desarrollo a largo plazo de una nueva sociedad, en definitiva, un nuevo enfoque global de sostenibilidad del planeta tierra.
Y esto, mucho me temo, que solo puede, y debe alcanzarlo, la inteligencia humana.
Trabajemos entonces para conseguirlo.